Celia Campos

Necesitamos más inspecciones

Co-fundadora y Directora técnica en Muttu Lab
30 de Enero de 2023
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Creo que no me equivoco si afirmo que es oír la palabra inspección y a todos nos recorre una especie de sudor frío. Incluso al más experimentado de nosotros, la idea de que la AEMPS (cualquier organismo oficial o incluso un cliente) nos evalúe nos genera cierto grado de incomodidad e incertidumbre.

Esto es un hecho, pero también es cierto que, juntamente con la experiencia, también se acumula una visión positiva de las inspecciones, como oportunidades de aprender y demostrar los frutos del duro trabajo diario para hacer bien las cosas.

Nosotras, por nuestra posición ayudando a nuevas empresas y emprendedores, nos ha tocado muchas veces hacer hincapié en esta segunda lectura de las inspecciones e intentar calmar los nervios y las inquietudes.

Pero hoy no queremos comentar esto (que daría para mucho más que este humilde artículo) sino algo que estamos detectando de forma reiterada y es la necesidad de la inspección como fuente de equidad empresarial.

Y es que actualmente con el fácil acceso a la información (en las redes sociales encontramos desde cómo hacer la bechamel sin grumos hasta como ponerte una canción como tono de llamada del móvil) mucha gente está buscando cómo hacer productos de belleza en casa. Generalmente les sale más o menos bien y su entorno los anima a que lo conviertan en una forma de negocio.

Esta es, con diferentes matices, la historia de muchos de nuestros clientes. Y son historias maravillosas.

El problema llega cuando en esta historia no intervienen ni las responsabilidades ni el conocimiento. La legislación cosmética está pensada para velar por la seguridad del consumidor. Tanto si se quiere hacer cosmética para venderla como para uno mismo, lo que deberíamos es asegurar que lo que hacemos no va a dañar a nadie, ni a quien lo crea ni a quien lo utiliza.

Los que nos dedicamos profesionalmente a la cosmética sabemos que detrás de cada producto hay mucho trabajo e inversión. Es preciso hacer pruebas, estudios, vigilando que se cumplan normas, reglamentos, etc. Todo ello para garantizar un nivel de seguridad adecuado.

Un cosmético no es seguro si no está bien conservado, si no ha pasado una prueba de eficacia del conservante… Debe haber estudiado su estabilidad para darle una caducidad adecuada y para calcular un PAO que garantice su uso seguro. Por muy artesano que sea el producto, se tiene que haber fabricado (desde el manipulado de los ingredientes hasta la trazabilidad en destino) con buenas prácticas de fabricación y deben haberse calculado los márgenes de seguridad (MoS).

Y estaremos todos de acuerdo que ese nivel de seguridad no se consigue haciendo cosmética en casa.

Y qué pintan aquí las inspecciones diréis. ¿Como llegamos a que son un agente vehículo de equidad?

Hay mercados en los que conviven, productos y marcas responsables que cumplen la legislación con otros que no. Y es un drama, porque no estamos hablando de marcas que tengan sistemas de calidad relajados o que fabriquen en instalaciones irregulares (cosas que han ocurrido siempre) sino gente que ni se preocupa por cumplir con la legislación y que fabrican en las cocinas de sus casas, literalmente.

Es más, muchos hacen apología en las redes sociales sobre que las marcas artesanas no deben cumplir la ley, que no les aplica, ya que según ellos está pensada para perjudicarles. Podríamos llamarla “Conspiración de los consumidores seguros”.

Voy a intentar desgranar hasta qué punto es un drama.

Por un lado, las marcas que hacen las cosas bien tienen unos gastos superiores. Estos gastos lastran el precio final de los productos, con lo que sus beneficios son menores.

Pero es que, además, conviven con estas marcas irresponsables, ya sea en los mercados y ferias, en las tiendas nicho o en las redes sociales, donde la reputación lo es todo. Así que no pueden reivindicar y sacar pecho quienes lo hacen bien sin erosionar su reputación y por el camino perder ventas (que ya son complejas porque como hemos dicho sus márgenes son menores). Además, que según el Reglamento 655/2013, no se puede reivindicar el cumplimiento de la legalidad.

Y el consumidor, que como se ha comentado en muchos foros, no está formado en cosmética (la mayoría cree que no usa cosméticos), incluso puede llegar a apreciar y preferir ese “toque artesano” y el “hecho en casa” sin ser consciente de los riesgos a los que se expone, ni apreciar a quienes realmente se preocupan por ellos.

En resumen, un entorno muy hostil para aquellas marcas que deciden ser responsables y hacer las cosas bien.

Pero os seguiréis preguntando, ¿Qué pintan aquí las inspecciones? Ya llego, no os preocupéis.

Hemos detectado, que cuando los mercados o las tiendas exigen a las marcas el cumplimiento de la legalidad la cosa mejora, pero no es suficiente.

La inspección de las autoridades, con la consiguiente retirada del mercado y la publicación en Rapex (si es preceptivo) es el único modo de garantizar el acceso equitativo a los consumidores.

Sobre todo, en aquellos canales de distribución que no cuentan con sus propios sistemas de control, como son los mercados de artesanía, el comercio minorista especializado, la venta on-line fuera de los grandes marketplaces o la venta directa.

Es urgente que la inspección adopte un nuevo nivel de urgencia, para aquellas marcas que no puedan acreditar un lugar de fabricación que cumpla GMP. Y aumentar la presión sobre los canales de venta minoritarios.

Como sector debemos reforzar nuestras posiciones en defensa de los consumidores. Dejar un poco a un lado nuestras inseguridades sobre la compliance y aceptar que el peor escenario posible no es cumplir mal, o incluso no cumplir, sino que hay ciertas personas que consideran que no deben cumplir y que empiece a circular la idea que son mejores las marcas que no cumplen.

Y es que esta es la única forma de proteger a los más pequeños, a los más vulnerables, en un sector mayoritariamente compuesto por PYMES.

Sobre el autor
Celia Campos

Celia Campos

Co-fundadora y Directora técnica en Muttu Lab

Licenciada en Farmacia, posee formación continuada en toxicología y cosmetología y es MBA por EAE. Cuenta con gran experiencia en la industria cosmética desde 1999. Ha desarrollado labores de dirección técnica en la industria healthcare, participando en la evaluación de proveedores y en todo el ciclo de vida del producto. Asimismo, ha liderado actividades de evaluación de seguridad y eficacia de productos cosméticos. Actualmente está volcada en MUTTU Lab, una incubadora de proyectos en el sector cosmético.
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