Marisa Ferré Rastrollo

Mitos cosméticos a debate (I): la salud ocular

Farmacéutica
28 de Octubre de 2022
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Mi nombre es Marisa Ferré y además de trabajar como 'Innovation Specialist' en el Beauty Cluster, ejerzo de farmacéutica en una oficina de farmacia. Recientemente, me he encontrado un par de casos en los que el paciente me comenta que el oftalmólogo le ha recomendado utilizar jabón de bebé (cuya marca comercial no desvelaré) diluido en agua para limpiar los párpados, para el manejo de la blefaritis. La primera vez, me sorprendió bastante, pero a la segunda me dio la sensación de que no era algo puntual, sino que tal vez se estaba poniendo de moda este tipo de recomendación por parte de algunos médicos. Por este motivo, me animé a escribir un artículo sobre ello.   

Haciendo un poco de indagación sobre el tema en papers, revistas técnicas o feedback de otros farmacéuticos, descubrí varias cosas: en primer lugar, existen tanto detractores, como partidarios de esta alternativa de limpieza para la zona ocular. En USA, por ejemplo, hace 20 años que lo recomiendan, incluso lo he llegado a encontrar en revisiones o guías de recomendación de manejo de trastornos oculares a nivel nacional, y también en múltiples estudios independientes donde se compara la eficacia de ambas opciones. Prácticamente, la gran mayoría de estos estudios llegan a la conclusión de que no hay diferencias significativas en relación con la mejora de sintomatología de la blefaritis o la patología que se esté analizando. Tras mi sorpresa al ver todo esto, me negaba a aceptar que utilizar jabón de bebes diluido fuese lo más idóneo para limpiar los parpados y, por ello, decidí seguir buscando. Afortunadamente, descubrí un estudio realizado por el  New Zealand National Eye Center, dónde no solo se tiene en cuenta la eficacia de ambos tipos de higiene ocular, sino que también evalúa otros parámetros relevantes como podría ser los marcadores inflamatorios o la película lagrimal, entre otros. No pretendo ponerme a explicar al detalle el artículo en cuestión, pero sí quiero destacar ciertas conclusiones del estudio junto con algunos matices que he añadido para que todos podáis reflexionar al respecto.   

Primeramente, la persona lógicamente mezclará el champú con agua del grifo no esterilizada, siendo un potencial riesgo de contaminación microbiológica. En el caso de emplear agua embotellada, tampoco se garantiza esta esterilización y pese a que la persona decida hervirla, me pregunto si lo hará también en unas condiciones higiénicas adecuadas de ambiente, utensilios, superficies o incluso de tener las manos limpias. Sinceramente, solo el tener que elaborar la mezcla, es una tarea larga y meticulosa y que no compensa teniendo en cuenta que existen soluciones formuladas y estudiadas específicamente para la limpieza del párpado.  

Luego, pese a tener agua esterilizada y siguiendo unas pautas higiénicas máximas, ¿Qué dilución es la adecuada? ¿Cómo la persona se asegura de que la mezcla tendrá la concentración idónea para que haya una eficacia clínica? ¿Acaso puede hacer una prueba de eficacia también en su casa para comprobarlo? Lo dudo.   

Por último, se desconoce el tiempo de conservación que pueda tener dicha mezcla y con ello se le suma otro riesgo más de contaminación. Teniendo en cuenta que la zona ocular en este caso está comprometida por un trastorno que causa inflamación en el borde de los párpados originado en ocasiones por una infección, no creo que sea lo más adecuado arriesgarse a utilizar un producto contaminado agravando el propio trastorno.  

Entiendo que en el pasado el uso de champú de bebes diluido era la única opción para la limpieza de los parpados, pero hoy en día, carece de sentido. Con todos los avances científicos y requisitos que se cumplen tanto a nivel de formulación como de fabricación de los cosméticos, no creo que sea lo más adecuado tener que recomendar opciones ‘chapuceras’, y aún menos que esa sugerencia provenga de un profesional de la salud.   

Además, lo más irónico es que prácticamente todos vamos con dispositivos electrónicos innovadores (no hay nadie que tenga un móvil de hace 20 años), pero en cambio, en otros aspectos, se prefiere continuar confeccionado ‘mejunjes’ o ‘recetas caseras’ como lo hacían nuestros padres o abuelos por falta de recursos.  

Lógicamente, siempre habrá alguien que dirá, que, si se ha empleado durante muchos años y no ha pasado nada grave, no tiene por qué convertirse ahora en un problema. Pues, para ellos, mi respuesta es clara y contundente: hasta que un día pase algo. Como si decides ir en moto sin casco, puede que nunca hayas sufrido ningún accidente, pero si se da el día en que lo padezcas, un casco puede te salvar la vida de un golpe ‘tonto’. En ambos casos, salvando las distancias, es cuestión de intentar reducir riesgos.   

Hasta aquí mi pequeña aportación sobre un posible mito o leyenda urbana o que gira entorno al mundo de la cosmética. 

 ¿Y tú, qué piensas? 

Sobre el autor
Marisa Ferré Rastrollo

Marisa Ferré Rastrollo

Farmacéutica

Graduada en Farmacia por IQS-Blanquerna (Universidad Ramón Llull). Apasionada de la cosmética le ha movido a especializarse con un Máster de Cosmética y Dermofarmacia de la Universidad de Barcelona. Actualmente, es Innovation Specialist del Beauty Cluster, dónde ha participado en el desarrollo de congresos y jornadas técnicas como el 7th Beauty Innovation Days y el IV Barcelona Perfumery Congress. Además, es farmacéutica responsable de la dermofarmacia en la oficina de farmacia, que le permite estar en contacto directo con las necesidades del consumidor.
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