Aïda Massana Molina

Larga vida al vinagre de manzana

Antropóloga especialista en marketing y estrategia
04 de Julio de 2022
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Tengo amigos raros que hacen cosas raras.

No sé en qué lugar me deja esto, pero, la verdad, es que «lo convencional» no parece ser del agrado de mis allegados, así que suelo toparme con todo tipo de selfcare y beauty routines extrañas. Que si uno se bebe su propio pipí, a lo 'Madonna style', que si otro se desparasita a base de Trilombrin y enemas casi diarios o, probablemente mi favorita, la que ha dejado de utilizar ningún tipo de producto de belleza, a parte de un poco de vinagre de sidra de manzana de forma
esporádica, para —según ella— reequilibrar el PH de la piel.

Os preguntaréis por qué, de entre tanto exotismo —pipí, parásitos, enemas…—, escojo la que en principio podría parecer más normal. Es sencillo. Para mí se trata de un statement en toda regla. Mi amiga, a la que llamaremos a partir de ahora «Josefa», no necesita nada. NADA. Bueno, perdonad. Necesita un poco de vinagre, sí…, pero nada más. Lejos quedan de su vida esos neceseres abarrotados de cremas, limpiadores, tónicos y muestras varias. Lejos quedan los
famosos diez pasos de la rutina coreana o nuestros —más comunes— cuatro pasos básicos: limpiador, tónico, sérum, crema hidratante.

Vinagre de manzana 1


Josefa es la resistencia en un mundo en el que lo normal es necesitar cada vez más. Y cada vez diferente. No os cuento nada nuevo, ¿verdad? Ese es el gran logro del capitalismo: que nunca tengamos suficiente. Que nunca dejemos de
buscar. Que siempre haya algo nuevo que probar. Que se acumulen los productos. Que cada vez necesitemos más.

Por eso cuando Josefa me contó que había tirado todos los, cito textualmente, «potingues» que tenía y se había pasado a una cosmética minimal —entre nosotros, yo diría que es más bien inexistente—, me quedé a cuadros. ¿Qué iba a pasar con la piel de Josefa sin nuestras amadas cremitas? ¿Se descamará cual piel de serpiente? ¿Se volverá su piel gris zombie? ¿Se arrugará como una pasa? ¿Se le llenará la piel de manchas a lo plátano maduro? Quién
sabe. De momento su piel parece sana y tranquila. Sin cambios perceptibles. Me comenta, además, lo feliz que está de haber recuperado ese tiempo para leer antes de acostarse y para meditar nada más levantarse. Me dice que se mira
menos en el espejo y que se siente mejor consigo misma. Me asegura que ha sido una de las mejores decisiones de su vida.

Yo, con mis amados potingues, con mi rutina diaria —limpiador en base a aceite, limpiador suave, sérum y crema hidratante—, con mis ganas de conocer más marcas, más productos, me pregunto…

¿No deberíamos ser todos un poco más como Josefa?

Como consumidores, ¿no deberíamos comprar menos, confiar un poco más en nuestra piel y ser un poco más críticos con todo aquello que nos venden? ¿Realmente envejecer, con sus arrugas y sus manchas, significa que estamos cada vez peor o es sólo nuestra piel haciéndose mayor? ¿Qué necesidades emocionales cubrimos cuando acumulamos cremas y productos para cambiar o frenar nuestra propia naturaleza?

Y a nivel profesional. ¿No creéis que tenemos la responsabilidad, como parte del sector, de apostar por una producción sostenible tanto a nivel de recursos como a nivel de comunicación? Yo misma, como profesional del marketing y antropóloga, me planteo a menudo estas cuestiones, y, cómo no, las uso para mi trabajo. Os regalo algunos ejemplos: ¿Qué mensaje estoy intentando vender? ¿En qué se basa este mensaje? En el miedo a algo, por ejemplo, ¿A envejecer? ¿A padecer alguna enfermedad? ¿Se basa en cánones de belleza que, francamente, ya nos aburren a todas? ¿Se basa en el objetivo de vender un producto que todos sabemos que es innecesario?

Usar estas preguntas e intentar darles respuesta antes de lanzar al mercado un producto o una campaña, me parece un acto de solidaridad con las consumidoras y también con el planeta.

¿Quiere decir todo esto que apueste por un futuro avinagrado? Ni mucho menos. Creo profundamente en los productos bien hechos y en las marcas —maravillosas muchas de ellas— que hay detrás. Y personalmente, mi beauty routine diario es un remanso de paz y autocuidado al que no estoy dispuesta a renunciar. Pero también creo que el futuro está en menos productos, mejor formulados y con una apuesta clara hacia la sostenibilidad y la honestidad. Dos «tendencias» que pronto dejaran de serlo para convertirse en la norma. Os lo digo yo.

Sobre el autor
Aïda Massana Molina

Aïda Massana Molina

Antropóloga especialista en marketing y estrategia

Antropóloga especializada en marketing y estrategia de marca. En 2019 crea un proyecto de economía circular sin ánimo de lucro llamado SlowFashion&Co: una red de eventos dónde intercambiar ropa sin coste.En menos de un año tuvo más de 500 usuarios y repercusión en medios locales: radio (RNE) y prensa (TimeOut). En su última etapa como Strategic Planner & Marketing Manager de la agencia Aktiva Design se especializó en desarrollar una visión estratégica diferenciada para sus clientes, heredada de su pasión y formación en antropología y alimentada por toda la experiencia trabajando para las principales marcas del sector. Actualmente es consultora freelance, impulsando pequeñas marcas y emprendedoras.
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