Sobre ecología y sostenibilidad

Co-fundadora y Directora técnica en Muttu Lab
11 de Diciembre de 2023
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Se ha acabado noviembre y estamos inmersos en una vorágine consumista que cada vez se amplía más en el tiempo. La que antes era solamente locura navideña, ha fagocitado todo noviembre, a través del Black Friday, el Cyber Monday y el Single’s day (11/11). Y nos apetece comprar, queremos comprar, necesitamos comprar.

Menos mal que, de vez en cuando, nos alcanza un soplo de sentido común y nos planteamos ¿Este ritmo de consumo es sostenible?

Y es que llevamos años lemas en torno a “Salvar la Tierra”, pero parece que no se consigue la motivación necesaria. Y quizá es porque la Tierra no necesita ser salvada; la Tierra ha vivido muchas etapas: cuando se formó había volcanes y actividad sísmica por doquier. Luego apareció la vida y cambió la faz de la tierra para siempre. Nosotros no somos los únicos organismos que hemos hecho cambios en el planeta; cuando surgieron los organismos autótrofos que emiten oxígeno, éstos cambiaron la composición de la atmósfera de tal manera que permitieron que el resto de las formas de vida se desarrollaran. Y la explosión vegetal del carbonífero fijó la mayor cantidad de CO2 que se ha vivido en la Tierra (que es la que ahora estamos liberando nosotros con la quema de combustibles fósiles). Millones de especies han caminado por la Tierra antes que nosotros y millones lo harán después.

Pero lo que sí necesita ser preservado es nuestra forma de vida, incluso nuestra propia supervivencia en la Tierra. Debemos sostener nuestro modo de vida para poder seguir disfrutándolo durante mucho tiempo.

Y es aquí donde empiezan a aparecer las dudas y tomar una decisión de compra se hace cada vez más difícil.

Porque en alimentación lo tenemos claro: un tomate ecológico sabe mucho (pero mucho) mejor que uno que no lo es.

Pero el extracto de tomate que lleva mi crema, ¿Es realmente mejor si es ecológico? ¿Es mejor para el planeta? ¿Es mejor para mi piel? O quizá sería mejor si el tomate ha sido cultivado en un jardín vertical diseñado no para aumentar su sabor sino para que tenga la mayor concentración de licopeno, usando la menor cantidad de agua, tierra y energía.

Y si utilizamos un extracto procedente de desperdicios de la industria alimentaria, quizá es mejor que usar tomates ecológicos perfectamente aptos para el consumo humano.

Estas tendencias basadas en la sostenibilidad están mucho más alineadas con las necesidades reales de la piel y de nuestro planeta, aunque claro, todo esto hay que explicarlo. Pero hasta ahora, nos hemos sumado al carro de reivindicaciones de la industria alimentaria, que como sabemos es más potente que la cosmética y sus mensajes tienen un calado mayor, y así teníamos más de la mitad del trabajo hecho. Aunque sea con conceptos vacíos y que no aportan, suena bien. Y es muy cómodo.

Pero es que a mí me gustan las reivindicaciones que forman, además de informar, y creo que ha llegado la hora de explicar a nuestros consumidores que más allá del porcentaje de naturalidad hay un gran trabajo de sostenibilidad, buscando packaging de fuente reciclada y fácilmente reciclable. Sobre por qué un envase monocomponente es mejor que uno multicapa, a pesar de que nos haya costado meses de I+D para salvar problemas de compatibilidad, soldado, etcétera (y además sea menos estético). Sobre porque mi extracto de alcachofa no es ECO, pero es upcycling y nos ayuda a reducir desperdicios generados por la industria alimentaria sin estresar los campos.

Acerca de cómo usando un activo biotecnología obtenemos los mismos resultados, pero gastando mucha menos agua potable. O la importancia de los ingredientes locales o socialmente responsables.

También es importante el lugar donde hacemos las compras. El tipo de embalaje que utilizan para el transporte, si permiten agrupar entregas o si utilizan sistemas para evitar las entregas fallidas que consumen tanto tiempo y recursos. Así que cuando nos planteemos nuestras compras, preguntemos en nuestra tienda de confianza, o pongamos preguntas en el marketplace de elección, forcemos a las marcas a explicarnos las cosas. Os garantizo que los departamentos técnicos lo saben, pero nadie les pregunta y no se valora esta información.

Así, con nuestra fuerza como consumidores podremos tomar las mejores decisiones para salvar el planeta, digo para salvarnos a nosotros mismos.

 

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