¿Lo natural es seguro o eficaz?

Co-fundadora y Directora técnica en Muttu Lab
22 de Mayo de 2023
Natural y seguridad

Hubo un tiempo en el que todos los productos que utilizábamos eran naturales. No había una categoría especial para ellos, simplemente eran productos.

Todo aquello que usábamos procedía de plantas, minerales o extractos de animales. Tanto para los cuidados más sencillos como para tratar las enfermedades más complejas, recurríamos a productos naturales. Y también para hacer venenos.

Luego, hace unos pocos años en realidad, los humanos inventamos la síntesis química, imitando más o menos los procesos que se llevan a cabo en la naturaleza.

Se entró en una especie de fiebre por lo sintético y dejamos un poco de lado las fuentes naturales, aunque nos seguimos inspirando en la naturaleza para diseñar nuevas moléculas y nuevos procesos. Las drogas más duras y los venenos más potentes siguen siendo de origen natural. Y se siguen utilizando en medicina substancias de origen natural para tratar patologías graves. Así que, eficacia a los productos naturales no les falta.

Aunque sinceramente creo que, en el proceso de dejar de utilizar recursos naturales para nuestro cuidado diario, perdimos la perspectiva de sus verdaderas propiedades, su eficacia y su peligrosidad.

Quizá uno de los pocos momentos en el que nos volvemos a reencontrar con la realidad es cuando una mujer se queda embarazada, y el ginecólogo le indica que no puede tomar cosas tan sencillas como una infusión de poleo-menta. ¿Y por qué no puede? ¿No es acaso todo lo natural seguro? En ese momento se rompen muchos esquemas.

Y es que, en los esfuerzos por abanderar la inocuidad de lo natural, estamos olvidando las verdaderas propiedades y eficacia de los productos naturales.

En resumen: detecto cierta banalización de preparados y substancias que formaron parte de nuestro arsenal terapéutico más potente.

Y para ilustrar esta idea me voy a alejar un poco de mi zona de confort y abrir un poco el foco, voy a reflexionar sobre 3 productos naturales de plena actualidad: el regaliz, los aceites esenciales y las isoflavonas, en su uso diario.

Regaliz

Que levante la mano quien no haya chupado alguna vez un palo de regaliz. Si alguien ha levantado la mano ya puede dejar de leer, ir a un herbolario y probar uno. Se trata de una de las golosinas más clásicas y conocidas, gracias a su sabor dulce y aromático.

Los extractos y productos derivados del regaliz están además muy de moda. En su composición hay substancias con actividad antiinflamatoria, por lo que son preparados ideales para formular productos para pieles sensibles o sensibilizadas por agentes externos. Además, desde la antigüedad se utiliza como cicatrizante. En los últimos años se han investigado también sus propiedades como agente anti-manchas de la piel, dando origen a diferentes activos despigmentantes ampliamente populares en cosmética.

Si a esto añadimos que tiene un aroma y sabor agradable, su popularidad va en aumento. Su uso como saborizante está cada vez más extendido, y desde los palos de regaliz que mencionaba antes, hasta populares golosinas negras que no voy a mencionar, rara es la persona que no lo ha probado al menos una vez.

Pero, aunque su uso esté tan generalizado, el consumo de regaliz no está exento de peligros.

Existen muchos casos clínicos publicados que relatan efectos secundarios derivados de un consumo excesivo de regaliz. Al parecer, la glicirrina del regaliz actúa directamente sobre los receptores de los mineralocorticoides en el riñón al inhibir una enzima, la 11ß-hidroxiesteroide deshidrogenasa, responsable del equilibrio Sodio-Potasio. Los efectos secundarios más importantes documentados son hipertensión y trastornos secundarios inducidos por hipokalemia. Este hecho, aumenta la toxicidad de algunos fármacos como los digitálicos (sí, estos también se extraen de plantas) o los diuréticos tiazídicos. También, su uso por vía oral puede alterar el funcionamiento del Citocromo P450 y aumentar o disminuir la potencia de algunos fármacos. Algunos factores pueden aumentar la sensibilidad de las personas al regaliz; y entre ellas encontramos la edad avanzada o el sexo femenino.

Y aún hay más. Según la literatura disponible, los extractos y las sales derivadas del regaliz no son teratógenos, y poseen mutagenicidad, genotoxicidad, carcinogenicidad y efectos de toxicidad para el desarrollo débiles. Sin embargo, los estudios clínicos mostraron que el uso de regaliz durante el embarazo se acompaña de una reducción de la edad gestacional, parto prematuro y algún cambio en la función del eje hipotalámico-pituitario-adrenocortical y disfunción cognitiva en los niños nacidos. Por tanto, su uso durante el embarazo, incluso por vía tópica, debe estar muy justificado ya que la absorción de la piel está modificada, y sobre todo debe usarse con advertencia en mujeres con antecedentes familiares de preeclampsia.

Sintetizando, la palabra “inocuo” no parece que sea adecuada. Pero tampoco lo es “peligroso”. Simplemente le tenemos que dar el valor que tiene, disfrutando del regaliz de forma consciente, tanto por sus propiedades beneficiosas como asumiendo sus potenciales riesgos.

Aceites Esenciales

La verdad es que sobre aceites esenciales se podría programar un posgrado completo y aún nos dejaríamos cosas por decir.

Se trata de cócteles de substancias volátiles, de moléculas pequeñas, extraídas por presión o destilados de material vegetal. Tienen tantos usos, tantas virtudes; y a menudo nos centramos en su fragancia, pero van más allá del olor. Y aquí viene el principal problema. Mucha gente está banalizando el uso de aceites esenciales, centrándose en el olor, sin tener en cuenta sus propiedades químicas y terapéuticas.

Estamos hablando de mezclas complejas de moléculas muy pequeñas, capaces de atravesar barreras biológicas, como la piel o la barrera placentaria y con elevada actividad biológica.

No sería prudente intentar enumerar uno por uno sus usos y virtudes (no acabaría nunca) ni tampoco intentar ser exhaustiva con los riesgos y precauciones. A todo el que esté interesado en saber más, le recomiendo los libros de Tisserand.

Sin embargo, voy a mencionar 3 aspectos importantes, a tener en cuenta siempre que usemos aceites esenciales:

  1. Todos los aceites esenciales son potencialmente alergénicos. Por su composición compleja, son susceptibles de causar alergias en personas sensibles o previamente sensibilizadas a algún componente. Actualmente en cosmética tenemos una lista de 26 alergenos declarables, pero pronto la lista crecerá y la realidad es que cualquier molécula de origen natural es susceptible de ser alergénica.
  2. Los aceites esenciales ricos en furocumarinas (cítricos, ruda, verbena, angélica, …) si se aplican antes de una exposición solar, pueden causar fototoxicidad o fotoalergia. Esto es algo que debemos tener en cuenta al formular productos destinados a ser utilizados durante el día sin aclarado, y sobre todo en fotoprotectores.
  3. No están recomendados en general en niños ni en mujeres embarazadas (al menos en el primer trimestre). Y nunca está de más recordar que el Eucaliptol, el Mentol y el Alcanfor están contraindicados en menores de 6 años por riesgo de broncoespasmo, incluso sin contacto directo con la piel (en difusores).

¿Significa esto que lo mejor es utilizar perfumes? Pues si el único objetivo en la formulación es dar aroma, entonces sí, mejor utilizar un perfume, que para eso sirve.

Si formulamos un producto con aceites esenciales, que sea para aprovechar sus propiedades, para darle un valor añadido a la formulación. Y siempre teniendo en cuenta toda su actividad biológica y añadiendo las precauciones de uso que le apliquen. No solamente para evitar la palabra Parfum en el listado de ingredientes.

En resumen, démosles a los aceites esenciales el reconocimiento y la importancia que merecen.

Isoflavonas

Seguro que al oír la palabra isoflavonas nos vienen a la mente imágenes de naturaleza, de cuidado… Serán imágenes femeninas, puesto que se ha dicho hasta la saciedad que son beneficiosas para la salud de las mujeres.

En cambio, si digo disruptor endocrino, la imagen cambia, nos imaginamos peces muertos en ríos, problemas de salud y otras catástrofes.

Pero poca gente hace la asociación que las isoflavonas, justamente por los beneficios que se les asocian, son verdaderos disruptores endocrinos; aunque hay controversia entre los investigadores por el grado de potencia de este efecto.

Veamos: las isoflavonas son compuestos que presentan una estructura difenólica semejante a la del estrógeno 17β estradiol. Gracias a esta estructura, poseen la habilidad de unirse a los receptores estrogénicos de nuestro organismo. Las dos isoflavonas principales son la Genisteina y la Daidzeina y es sobre ellas que más literatura e investigaciones podemos encontrar.

Esta capacidad ha hecho que corran ríos de tinta sobre los beneficios que una dieta alta en soja reporta a las poblaciones asiáticas, como menores tasas de cáncer de próstata o de mama. Y también del beneficio que el consumo y uso de productos con soja reporta a las mujeres con menopausia.

Como he dicho, hay controversia entre los investigadores, sobre todo porque algunos trabajos (los más positivos) han sido financiados por industrias con conflicto de interés.

Si nos fijamos en los consumos de soja “visibles” (soja y alimentos derivados) los niveles de exposición a las isoflavonas presentes no son preocupantes.

Lo que no vemos es el elevado consumo “no visible”, introducido en alimentos procesados como aditivo y que aumenta estos niveles de una forma preocupante. Y existen muchos productos cosméticos en el mercado que contienen isoflavonas aisladas, en su mayoría productos corporales; es decir, con elevada exposición.

Pero incluso con estas tasas tan altas de exposición, la principal preocupación no viene de la población adulta en general, sino en la población infantil y pre-púber, así como las personas que tienen procesos cancerosos activos estrógeno-dependientes.

En estos casos, el uso de productos ricos en isoflavonas, aunque sea por vía tópica, debería estar bien justificado y controlado. Y muy a nuestro pesar, no lo está. La cantidad de derivados de la soja presentes en los alimentos infantiles (incluso en las leches maternizadas) es, a falta de una palabra mejor, preocupante. Y en muchos casos son productos etiquetados como naturales, incluso veganos; y lo son, naturales y veganos, pero eso no implica que sean inocuos.

Este quizá es el ejemplo que más me gusta, porque es la misma propiedad que le aporta el beneficio la que puede ser un riesgo potencial. Es decir que ilustra perfectamente la idea de que hay que utilizar los productos naturales de forma consciente y sin dejarnos llevar por falsas ideas de seguridad.

Hay muchos motivos para elegir la alternativa natural frente a la sintética, otro día podemos hablar de ellas; no es preciso recurrir a antagonismos del tipo “bueno” / ”malo” o “tóxico” / ”seguro”.

Como dijo Paracelso, y tantos otros, y no nos cansamos nunca de repetir: Todo es veneno y nada es veneno, es la dosis lo que define; y en el caso de los productos de consumo, sería la exposición.

Muchas marcas se posicionan como mejores simplemente por sus ingredientes naturales y “no tóxicos”. Pero con este posicionamiento pueden llegar a banalizar los ingredientes naturales que contienen y llevar a error a consumidores vulnerables.

Así que no te dejes llevar por cantos de sirena. Elige natural porque creas en ello, porque te guste, porque confíes en su eficacia, pero no por falsa sensación de seguridad, ¡Por favor!