¿Realmente es necesario usar fotoprotector?

Co-fundadora y Directora técnica en Muttu Lab
25 de Julio de 2022
Protectores solares

Cada día recibimos múltiples impactos de todo tipo relacionados con la fotoprotección: anuncios, posts en blogs, entrevistas, artículos de opinión (como este) etcétera. Y como en otras esferas de la sociedad, las posiciones se van polarizando.

Pero, si es verdad que los fotoprotectores son útiles, ¿por qué hay algunas voces que recomiendan dejar de utilizarlos?. Y no estamos hablando de advenedizos, sino de voces autorizadas dentro de la medicina y la ciencia.

Los fotoprotectores salvan vidas. Esto es un hecho científico. Llevamos más de 30 años estudiando en detalle la relación entre la exposición solar, el daño en la piel, la memoria de la piel y la aparición de melanoma. Hay múltiples publicaciones estableciendo la relación causa- efecto entre ambos y los efectos beneficiosos del uso de fotoprotectores sobre la protección celular frente al daño producido por el Sol.

Sin embargo, sigue habiendo muchas incógnitas que no hemos sabido desvelar como, por ejemplo, por qué a veces aparecen melanomas en zonas no fotoexpuestas, o por qué las cifras de cáncer de piel han aumentado incluso con el uso extendido de fotoprotectores. Se han apuntado muchas teorías, como por ejemplo que las cifras suben porque hemos aumentado las horas de exposición, o que ahora se documentan más, pero no se ha llegado a resultados concluyentes que generen consenso en la comunidad científica.

Por otro lado, seguimos teniendo lagunas en la cascada metabólica que desencadena la exposición solar. Conocemos a fondo el daño celular y sobre el ADN, pero la cascada inflamatoria, su relación con la activación del sistema inmunitario, la intervención del microbioma, o incluso las conexiones del eje cerebro-piel siguen poco explorados. Y si a ello sumamos el desconocimiento de los efectos que una molécula que bloquea solamente una parte del espectro de la radiación puede tener (recordemos que los fotoprotectores bloquean la radiación UVB y UVA, una pequeña porción de la totalidad del espectro solar que llega a la piel), la investigación de calidad que encontramos es muy poca.

Sin embargo, afirmar que hay poca investigación no debería implicar negar la tesis de la utilidad de los fotoprotectores, sino que debería invitar a profundizar en el conocimiento de éstos y a avanzar en la ciencia que los sustenta.

Además, si analizamos los últimos 5 o 10 años, hemos recibido pocas noticias positivas sobre la fotoprotección y muchas negativas.

Por ejemplo, se ha cuestionado la validez del método utilizado para medir el índice de protección que ofrecen los fotoprotectores. Grandes marcas, referentes en el sector, han sido puestas en tela de juicio por culpa de discrepancias en el método. Los datos obtenidos por las autoridades, los obtenidos por las asociaciones y los obtenidos por las marcas discrepaban entre sí. Aunque todos utilizaban el mismo método validado (recordemos que es un método ISO armonizado), los resultados eran muy diferentes y esto se considera “normal”. Realmente esto es difícil de transmitir a la opinión pública y erosiona la confianza.

Por si esto en sí mismo fuera poco, en las explicaciones sobre el método, acaba trascendiendo que el método no replica el uso real de los fotoprotectores, sino que utiliza unas condiciones de aplicación ficticias (2mg/cm2 es una quimera inalcanzable en aplicación real de producto) pero necesarias para que el método sea reproducible. Esto no era un problema hace 30 años cuando solamente teníamos 2 o 3 formas cosméticas disponibles, pero actualmente la gran variedad de formatos convierte este detalle en un auténtico problema.

Otro ejemplo son los resultados que arroja la creciente investigación sobre el impacto medioambiental de los fotoprotectores. Hemos visto que los filtros solares tienen impacto en los corales, la salud de los ecosistemas costeros, se acumulan en los fondos marinos, y un largo etcétera.

Y no menos importante, los efectos sobre la salud humana. Sospechas sobre el potencial alergénico o sobre sus efectos sobre el sistema endocrino, son por sí solos suficientes para iniciar el miedo a su uso.

Es un cóctel perfecto para minar la confianza del público y de parte de la comunidad científica en el uso de fotoprotectores.

Y seamos sinceros, en la era del clickbait, hablar en negativo de lo establecido, romper mitos, es más rentable que divulgar conocimiento.

Yo misma lo he utilizado en el título de este artículo, ¡espero que no me lo tengáis en cuenta!.

Y en mi opinión, en estos 5-10 años no hemos generado suficientes noticias positivas sobre la fotoprotección. Nos hemos limitado a repetir lo mismo de siempre, esperando que fuera suficiente, pero claramente no lo es.

Si miramos el Anexo VI del reglamento, en los últimos 5 años se han autorizado solamente 4 filtros nuevos. dos de ellos son las formas nano de filtros ya existentes y los otros dos son moléculas nuevas que aportan ciertos beneficios sobre lo ya existente, pero sin innovar ni en el mecanismo de acción ni en la aproximación a la fotoprotección que hacen. Los podríamos etiquetar como “un poco más de lo mismo”.

Asimismo, la industria se ha centrado en innovar en texturas y formas de aplicación, mejorando la experiencia de uso. Esto mejora el cumplimiento, que es en sí mismo relevante. Hay evidencias que sustentan que un fotoprotector de protección media bien aplicado es más efectivo que un fotoprotector de alta o muy alta protección mal aplicado. Así que estas innovaciones no son poca cosa. Pero no es suficiente para contrarrestar las malas noticias.

Necesitamos generar nuevo conocimiento. Estimular la investigación de base, no para contradecir a quien ataca, sino con espíritu crítico. Analizando las lagunas en el conocimiento actual, buscando siempre avanzar e integrar conocimiento.

Actualmente parece que ganan las posturas conservadoras; volver a atrás, a tiempos “más seguros”, usar los remedios del siglo XIX. O quedarnos tal como estamos; si algo funciona no lo cambies, las verdades de hace 50 años siempre son válidas y siguen siendo absolutas.

Pero estas posturas no nos hacen avanzar ni como individuos ni como sociedad. El progreso se consigue construyendo sobre lo anterior, con espíritu crítico, aceptando lo que se confirma como útil, pero investigando cuando algo no encaja o se sale de la teoría. Buscando nuevas vías de conseguir los mismos efectos. Buscando nuevas formas de medir, más reproducibles, precisas y extrapolables.

Y éste es un campo con mucho espacio para crecer en conocimiento. Y es una industria muy rentable, no lo olvidemos. Esperamos que la investigación académica, la industria y la dermatología estén investigando en todos estos aspectos poco conocidos relacionados con la exposición solar y que a corto o medio plazo veamos comunicaciones en positivo a este respecto. Hay ganas de ver auténticas innovaciones en protección solar.

No sé vosotros, pero mientras tanto, yo no salgo a la calle sin mi fotoprotector.