Los legisladores del Parlamento Europeo han alcanzado un acuerdo político para reducir el alcance de la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa (CSDDD, por sus siglas en inglés). Según la propuesta revisada, la norma aplicará solo a empresas con al menos 5.000 empleados o un volumen de negocios de 1.500 millones de euros, frente a los criterios anteriores (1.000 empleados o 450 millones de euros).
Este cambio implica que muchas compañías medianas, incluidas algunas con actividad relevante en cosmética, quedarán fuera del ámbito de la regulación, reduciendo la obligación de supervisar riesgos ambientales y sociales en sus cadenas de suministro. Originalmente, la versión adoptada en 2023 imponía sanciones de hasta el 5 % de la facturación global para aquellas compañías que no mitigaran los impactos negativos identificados, lo que sugería un impulso claro hacia mayores estándares de responsabilidad corporativa.
Motivos detrás del repliegue
El acuerdo fue medido en una negociación entre los grupos del Partido Popular Europeo (EPP), socialistas y liberales (Renew), después de presiones desde varios Estados miembros, entre ellos Alemania y Francia. Algunas voces disidentes dentro del Parlamento advierten que la decisión debilita el compromiso de la UE con una agenda verde más ambiciosa.
Para muchos, este movimiento supone un retroceso en la gobernanza ética y sostenible: dadas las actuales condiciones económicas, los legisladores están optando por aliviar la carga regulatoria sobre las empresas. Pero los críticos alertan del riesgo de perder impulso en la transformación hacia cadenas de suministro más transparentes.
Implicaciones para el sector cosmético
Para las empresas del mundo beauty, estos ajustes legislativos cambian las reglas del juego de la responsabilidad corporativa. Firmas más pequeñas o medianas podrían quedar exentas del escrutinio exigido inicialmente, lo que reduce los incentivos regulatorios para mejorar prácticas ambientales, sociales o de gobernanza (ESG).
Sin normas obligatorias aplicables de forma más amplia, que promuevan auditorías externas, trazabilidad o medidas correctivas, la autorregulación y la presión del consumidor adquieren mayor peso. Marcas que ya invertían en estándares sostenibles podrían ver más difícil distinguirse frente a competidores con menos exigencias regulatorias.
Además, para proveedores de ingredientes, fabricantes de envases o subcontratistas, la menor exigencia normativa puede traducirse en menos controles a lo largo de la cadena, lo que podría incrementar riesgos reputacionales o de cumplimiento para marcas finales.
Qué esperar ahora
El Parlamento Europeo votará sobre el texto revisado en las próximas semanas antes de que comience la negociación con los Estados miembros. Si se aprueba, la aplicación plena de la directiva quedará con un alcance más limitado de lo que muchos actores del sector habían anticipado.
Para el ecosistema cosmético, este giro representa un nuevo escenario: aunque se mantiene la obligación para las grandes corporaciones, queda por verse cómo responderán consumidores, inversores, certificadoras y marcas emergentes.
Este reajuste coincide con el momento en que marketplaces y distribuidores de belleza están bajo creciente escrutinio por su responsabilidad en sostenibilidad, como parte de las demandas globales hacia una industria cosmética más consciente y trazable.